Nuestras entrevistas revelan que el profesorado que incorpora la ECG en su práctica escolar no suele tener una formación específica sobre esta perspectiva. Estaban caracterizadas como personas con una “vocación”, ya “convencidas”, “concienciadas” y “motivadas” - en su gran mayoría, por experiencias fuera de la formación formal.
Con la introducción de la nueva ley nacional (LOMCE, 2020), la ECG pasa a adoptar, por lo menos en el discurso legislativo, un papel importante en las aulas:
La educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial ha de incardinarse en los planes y programas educativos de la totalidad de la enseñanza obligatoria, incorporando los conocimientos, capacidades, valores y actitudes que necesitan todas las personas para vivir una vida fructífera, adoptar decisiones fundamentadas y asumir un papel activo –tanto en el ámbito local como mundial– a la hora de afrontar y resolver los problemas comunes a todos los ciudadanos del mundo.
Además, se declara la intención de asegurar que, para 2025, el profesorado tendrá formación en ECG, y que esta llegará a formar parte de temario examinado por las oposiciones.
Había mucho debate en nuestras entrevistas sobre cómo se debería concretar esta formación. ¿Cuáles serían sus fines - concienciar, motivar, entender, actuar…? ¿Sería mejor enfocar en la preparación inicial (Facultades de Educación), permanente (Centros de Formación del Profesorado), o en situ (en las propias aulas y escuelas)? ¿Que sería el papel de las varias agentes que actualmente forman profesorado y promuevan la ECG (ONGs, centros educativos, profesorado universitario…)? Con estas cuestiones en mente, escribir tus recomendaciones, aportando propuestas concretas, en la medida posible.